MIÉRCOLES 9 DE SEPTIEMBRE - PROVIDENCE

El cine y el vino se saborean gracias a una memoria que cultiva sus calidades. La vida es también una operación de memoria y una película que va acumulando escenas indisociables de su paladar, de su añada, de los años de barrica. Recordamos escenas de algunas películas como pasajes de nuestra propia vida, recordamos fragmentos vitales con la intensidad de algunas imágenes vistas en la pantalla de un cine.

El personaje del escritor Clive Langhan (la literatura: otra memoria) abarcaba todos los testamentos vitales: su escritura, su casa (llamada Providence) y su vino. Un vino blanco singular, que le ha acompañado en su vida ­como sus hijos, como sus libros­, un vino que parece contener la estructura de su vida, el registro del color, del calor, de los días de campiña. Una memoria dorada y luminosa con la que intenta combatir el anuncio inconfundible del final de los días.
Por Bernardo Sánchez


PROVIDENCE de Alain Resnais (Francia/Suiza. 1977)
Con Dirk Bogarde, John Gielgud, Ellen Burstyn, David Warner y otros.
Sinópsis: Desde su habitación, aislado, durante una noche de ebriedad, Clive Langham (John Gielgud), un escritor viejo, enfermo y malhumorado, crea haciendo y deshaciendo a voluntad, una historia en la que incluye a las personas de su propia familia, confundiendo sus fantasmas con la realidad. En un principio, todo está relativamente claro, pero conforme va pasando la noche y aumentando la dosis de vino blanco, todo va haciéndose más confuso.

Durante toda la película, los personajes toman vino CHABLIS, de características ácidas, hasta la última escena en la cual RESNAIS cambia a vino tinto, lo cual no es accidental, ya que ilustra un cambio fundamental en los sentimientos que aparecen en ese almuerzo.

Talvez, el vino blanco nos convierte en inquietos, intranquilos, turbulentos... en cambio el vino tinto nos relaja y nos hace más felices...