YO Y EL TIEMPO un filme con JUAN JOSE BOTELLI una producción de EDUARDO MONTES-BRADLEY realizado con apoyo del INCAA producción ejecutiva LEONARDO HUSSEN diseño de producción SOLEDAD LIENDO cámara y fotografía EDUARDO AGUERO montaje EMILIANO SERRA
dirección NORBERTO “Negro” RAMIREZ
“Yo y el tiempo”, tercer largo documental del Negro Ramírez, concluye una suerte de tríptico polifónico salteño ungido sin más pretensión que la de andar descubriendo matices en la sobra. Digo esto porque supongo que el Negro no se propuso (al menos evitó confesarlo) consumar una acuarela socio-cultural de la provincia. Sus estímulos fueron menos académicos y pretenciosos. Primero en la mira fue Jesús Ramón Vera (“Kopla Vera”) y la copla popular, el vino, las visiones, la frecuentación de Castilla y Vallejo; los pies en la tierra mareada de alcohol y pesadillas ancestrales. Luego llegó el turno a Don Jorge Lovisolo (“De Frankfurt a Humahuaca”) y sus intrincados senderos plagados de elucubraciones fascinantes, memorias febriles, relatos imprescindibles, bellas mujeres y revelaciones perturbadoras. En esta oportunidad la excusa es el poeta y compositor Juan José Botelli, pero también la casa que habita y que construyó su padre; el recuerdo de don Cuchi Leguizamón y los hermanos Ávalos, Luis Franco, Falú, Gaugain y Picasso. El lugar que Botelli ocupa frente a la cámara del Negro Ramírez es el del viejo sabio que antes de comenzar a contar su historia aclara no ser fuente reveladora de misterio alguna. Botelli desafía la idea de que la longevidad fuera fuente de sabiduría y la sola confesión resulta conmovedora. Un buen comienzo. El final merece la misma consideración. El hombre viejo, sobreviviente de toda una generación pide dos años más de vida para concluir su obra y lo hace sin la presunción de que los resultados fueran a justificar su solicitud. El Botelli de “Yo y el tiempo” es un hombre modesto, medido, generoso que no se arrepiente de nada; con una mirada tajante sobre la realidad que puede ser ofensiva por momentos. Pero Botelli no ignora esa posibilidad sino que la relativiza a fuer de simetrías grotescas en el anecdotario popular. Si Jesús Ramón Vera fue el polvo del camino y el agua en los arroyos que deslumbró al Negro, y Lovisolo el cosmos radiante donde los mitos populares, Marx y la Virgen justifican el vino y los paseos; Botelli es el horizonte, la mañana soleada junto al convento, la sonrisa del Cuchi en una fotografía y el piano de cinco mil comprado con bonos de a un peso con el que le escribió una zamba a su perro muerto y otra a Felipe Varela.
EMB Entertainment
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